La llegada de la LOE nos ha llevado a la reelaboración de muchos de los documentos institucionales de los centros. Se había impuesto el cambio y ahora había que gestionarlo. En esta línea, el CEP Tenerife Sur-Abona, con Blas Fumero como director, organizó de febrero a octubre de 2009 un curso de formación, bajo el título de “El Proyecto Educativo en la LOE”, destinado a directoras y directores de institutos de secundaria del sur de Tenerife; curso impartido por Nélida Zaitegi, “Nelilusión”, y Carmen Nieves Crespo de las Casas, la inspectora de la zona. Yo tuve la suerte de asistir porque el equipo directivo de mi centro confió en mí para coordinar la reelaboración del PE.

El objetivo de la primera sesión del curso era darnos a conocer los elementos del PE en la nueva Ley Orgánica y también sensibilizarnos con la necesidad e importancia del cambio. Así, a través de varias dinámicas de reflexión y de mucha puesta en común por parte de los participantes de esa sesión cargamos nuestras baterías de energía positiva para llevarla a nuestros centros y contagiar el entusiasmo: “el principio de inclusión”, “construir pensamiento compartido”, “el sentido de pertenencia”, “el cuidado de las personas”, “la importancia del proceso”, “el modelo de personas que queremos”, “las reuniones hay que prepararlas a conciencia”, “la gestión del conocimiento”, “la pasión convence”… se convirtieron en las expresiones-consigna de la gestión del cambio, todas ellas emanadas de ese primer encuentro.

Después de esa primera sesión nos pusimos manos a la obra en el centro con la fase de sensibilización y consenso de las metas del Proyecto Educativo. El IES Las Galletas, en el sur de Tenerife, es un instituto con once años de funcionamiento, casi 900 alumnos/as matriculados en este curso y con una tasa alta de alumnado de otros países, un claustro de 90 profesores/as (con bastante inestabilidad), ESO, Bachillerato y cuatro familias profesionales. Nos recomendaron en el curso empezar formando un “equipo coordinador” de unos doce profesores y profesoras. El grupo lo formamos con el equipo directivo y con nueve profesores/as, la mayoría de los cuales eran proactivos convencidos y en puestos de coordinación dentro del centro.

En la primera reunión con este “grupo” que queríamos transformar en “equipo” trasladamos el entusiasmo que vivimos nosotras (la directora y yo) en la sesión del curso de formación y cuidamos que los contenidos de la reunión, el clima, así como los objetivos a medio plazo de lo que queríamos conseguir quedaran claros y fueran apetecibles. De esta forma fuimos tomando conciencia de la importancia de una buena gestión de las reuniones. El grupo de catorce personas ilusionadas se transformó después de dos sesiones en un equipo de profesorado reflexivo y comprometido. Dentro de este “equipo coordinador” se nos hacía más fácil ensayar las herramientas, las dinámicas, comprobar la oportunidad de los cambios… antes de llevarlo al claustro, el motor del centro. Así, estuvimos trabajando durante dos meses la mejor manera de celebrar un claustro que sensibilizara al resto del profesorado de la oportunidad del cambio y que lograra la implicación de la mayoría en el proceso.

En el seno del “equipo coordinador” trabajamos para tener claros los objetivos que queríamos conseguir (ilusionar, crear clima favorable), practicamos previamente la dinámica que íbamos a emplear (trabajo en pequeños grupos y una puesta en común en gran grupo), organizamos los tiempos destinados a cada actividad, ensayamos la moderación de reuniones, en fin, cuidamos todos los detalles (la disposición de las sillas y la música, por ejemplo). El resultado que obtuvimos de ese claustro “del cuidado” que celebramos el 23 de abril rebasó nuestras expectativas por la participación y las ganas vertidas por parte de todos nuestros compañeros y compañeras, y además obtuvimos las metas del profesorado. A partir de ahí comenzaba la consulta al resto de los sectores de la comunidad educativa, todos iban a “soñar sus metas”, a través de sus órganos de representación y también de forma directa con todos. Comenzamos en septiembre y terminamos el 16 de noviembre. Lo hicimos partiendo siempre de la misma dinámica empleada con el claustro: trabajo en pequeños grupos y puesta en común en gran grupo. El alumnado (en su totalidad al principio y a través de representantes después) participó desde septiembre, en las jornadas de acogida, hasta octubre, y no a través de cuestionarios, sino con reuniones diversas y dinámicas efectivas. Con las familias trabajamos tras una convocatoria a la que asistieron casi 100 madres y padres, número que nos garantizó el éxito; el personal de administración y servicios, satisfechos porque se contaba con ellos; y los agentes externos, estos últimos con una implicación que también nos arrastraba al optimismo, fueron los últimos sectores consultados.

Por supuesto, en un período tan largo de consultas, la labor que hemos realizado de “feedback”, de gestión de conocimientos, con los participantes en el proceso ha jugado un papel determinante, porque ha mantenido la coherencia de todas las acciones que hemos ido realizando. Así pues, en ese punto del proceso, a finales de noviembre, ya teníamos las metas de cada uno de los sectores: ahora teníamos que decidir cuáles serían las metas que nos iban a representar a todas y a todos. Para ello convocamos a los representantes de la comunidad educativa (en un número que intentamos que fuera proporcional) a lo que dimos en llamar la “Mesa de la Comunidad Educativa”, el 2 de diciembre pasado: en este foro, con 60 personas, representantes de todos los sectores, incluida nuestra inspectora, Carmen Nieves Crespo, consensuamos las metas, juntamos “los sueños” y asentamos los pilares de nuestro nuevo Proyecto Educativo: queremos un centro VIVO, INTEGRADOR, SEGURO, EFICAZ, MOTIVADOR e INNOVADOR. En el salón de actos donde celebramos el encuentro en gran grupo cuidamos que la disposición de las sillas predispusiera al consenso, había una pantalla donde proyectábamos imágenes de las actividades del centro en cursos anteriores (representaba el “de dónde venimos”) y otra pantalla que recogía los acuerdos sobre las metas del PE a los que íbamos llegando (representaba el “a dónde vamos”), y partiendo del principio del equilibrio entre “dar y recibir”, trabajamos en pequeños grupos heterogéneos y después pusimos en común las conclusiones, siempre como portavoces los alumnos y las alumnas, que participaron de forma entusiasta recogiendo el testigo de los sueños.

Nélida Zaitegi nos dijo en el curso de formación que el éxito del cambio en la labor que íbamos a iniciar en nuestros centros se basaba en varios aspectos: la necesidad, la utilidad y la oportunidad del proyecto; la gestión del equipo directivo; la labor del equipo coordinador responsable del proyecto; la respuesta de los participantes al compromiso adquirido; y el apoyo, el control y el seguimiento del proyecto por parte de la Administración. Miro hacia atrás y me doy cuenta de que se han dado todos estos factores: hemos empleado siete meses en sensibilizar para el cambio y en convencer de su utilidad y oportunidad; el equipo directivo se ha comprometido al máximo con el proyecto y ha gestionado, entre otros aspectos, los recursos horarios de la mejor manera para facilitar el trabajo del equipo coordinador; este equipo (convertido ya en seminario de trabajo) se ha mantenido y ha amplificado su acción en otros ámbitos del centro (centro de atención preferente, convivencia, biblioteca, proyectos de mejora…); los participantes se sienten comprometidos con sus “sueños”; y hemos contado siempre con el seguimiento, los refuerzos y la supervisión motivadora de Carmen Nieves Crespo, nuestra inspectora; además la secuenciación del curso de formación, repartido en cuatro sesiones separadas por intervalos de algo más de un mes, ha permitido que el efecto motivador de estos encuentros se mantuviese en el tiempo entre las personas que asistíamos y que nos hemos encargado directamente de gestionar el cambio en los centros.

No ha sido una labor fácil, pero nos hemos ido preparando para resolverla con eficacia. No lo teníamos todo a favor, pero hemos sabido rentabilizar nuestras oportunidades y nuestras fuerzas. No hemos terminado el trabajo aún, pero ya sabemos hacia dónde nos dirigimos, y vamos juntos. Además algunas de las personas que estamos trabajando en el proyecto hemos recalado en el FEAE y nuestra tarea se ha visto trascendida, y ha cogido nueva fuerza. Por lo tanto, el “efecto resonancia” es potente y, desde luego, la pasión convence.

Montserrat Gálvez Sánchez

Miembro del FEAE de Canarias

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